El imperio de los sentidos
I. Tacto. Te llevo en mi piel. Cuando somos bebés, necesitamos el contacto diario con de otra piel, la sensación de calidez, de proximidad, de pertenencia. Los más de diez millones de sensores en el interior de nuestro cuerpo y en la piel nos permiten ser conscientes de nosotros mismos y entrar en contacto con el mundo exterior. Las yemas de los dedos y la boca cuentan con una cantidad especialmente elevada de células sensibles.
EXPERIMENTO. Despiste dactilar...
Cruce el dedo corazón sobre el índice de una mano y páselos, muy suavemente, por la nariz, desde la base hacia arriba. Esta extraña postura desorienta al esquema corporal: usted creerá tener dos narices o una mucho más grande que la normalmente percibida.
II. Oído. Oye como va. Cuando las notas de una sinfonía o las palabras de soneto entran en nuestra cabeza, deben viajar, primero, a través del aire y, luego, a través del agua. El sonido entra en el conducto auditivo, pasa por el tímpano hasta a esos huesecillos de nombres tan gráficos como martillo, yunque y estribo. Estas tres diminutas piezas consiguen amplificar el sonido hasta 20 veces antes de que pase al caracol relleno de líquido. Allí, entonces se produce una serie de ondas que a su vez estimulan unos cilios situados a lo largo de la membrana que recubre el caracol. Estos "pelillos" transforman las ondas en señales eléctricas para el cerebro.
EXPERIMENTO. Las "voces" del silencio.
Cierre los ojos y preste atención a todos los sonidos posibles, desde el estrépito de un camión hasta el tic-tac de un reloj. ¿Ese ruido a lo lejos es de un tren o del tráfico de la calle? ¿A cuántas personas oye hablar? ¿Percibe el sonido de su propia respiración? Intente identificar las diferentes fuentes de sonido y cuéntelas. Repita varias veces durante el día esta escucha antenta y compare los sonidos de las distintas horas de la jornada. Si le apetece, puede ejecutar este ejercicio durante varios días para apreciar mejor los cambios. Le sorprenderá todo lo que suena alrededor.
III. Vista. La clave de un cerebro iluminado. Para llegar al interior de esos maravillosos instrumentos ópticos que son los ojos, la luz debe atravesar la córnea, que, con sus 43 dioptrías, posee una capacidad de refracción tan potente como la de una lente del grosor de un cenicero. La luz pasa luego a través de la pupila, esa abertura circular del coloreador iris, y llega al cristalino, un componenete que varía de forma según queramos enfocar algo cercano o lejano. Por último, alcanza la retina, la verdadera pantalla de la vista: allí, la imagen percibida se transformaa en una serie de impulsos eléctricos ya procesables por el cerebro.
EXPERIMENTO. El equilibrio a ciegas...
Sosténgase sobre una pierna con los ojos abiertos. Intente encontrar una postura fija que le permita mantener el equilibrio. Luego cierre los ojos. Perderá el equilibrio rápidamente...pues en ese momento la vista deja de ser la encargada de controlar el sentido del equilibrio. Si practica un poco, al final conseguirá sostenerse a ciegas cobre una pierna.
IV. Gusto. Una cuestión de narices... Mucho de lo que creemos saborear, en realidad, lo olemos: el sabor es básicamente una combinación de gustos y de olores en la que el olfato hace la mayor parte del trabajo. En cualquier caso, tanto en el paladar como, especialmente, en la lengua poseemos hasta 9.000 papilas gustativas con las que podemos percibir si algo es dulce, agrio, amargo, salado o "umami" (término que se aplica al sabor del glutamato, similar al del caldo de carne). Al contrario de lo que se creyó durante mucho tiempo, todas las partes de la lengua son sensibles por igual a todos los sabores.
EXPERIMENTO. "Sumérjase" en su lengua.
Coja pimienta, canela en polvo y azúcar. Tápese la nariz y eche un poco de canela en la lengua. Tras 15 segundos, destápese la nariz. Al principio notará un ligero picor en la lengua ; sólo al destapar su nariz, el sabor típico de la canela. Haga lo mismo con la pimienta y el azúcar. Comprobará que, con la nariz tapada, la pimienta tiene mucho más sabor que picor. Sólo el sabor del azúcar procede totalmente de lo que la lengua capta.
V. Olfato. Lo "esencial" es invisible a los ojos. Ningún otro sentido como éste está tan estrechamente ligado a nuestras emociones, incluso mientras dormimos: varios estudios han demostrado cómo el olor de las naranjas puede producirnos sueños agradables y el de algo podrido, estropearnos la noche. Ambas reacciones dependen de unos 350 tipos diferentes de receptores olfativos situados en nuestra nariz y nuestra cavidad bucal: en total, más de 20 millones de células. Tan pronto como uno de estos receptores olfativos capta un aroma produce una señal eléctrica que es transmitida por las fibras nerviosas hasta llegar al bulbo olfativo del cerebro, desde donde viaja directamente, y sin pasar por la corteza cerebral, hasta el sistema límbico, que desempeña un papel fundamental en la formación de las emociones.
4 errores sobre los sentidos
-El ser humano sólo tiene cinco
Inexacto. Los resultados de las últimas investigaciones prueban que en verdad tenemos más de 20 canales de percepción. Sólo en la piel contamos con siete tipos de de receptores: para percibir el dolor, el frío, el calor, el movimiento del aire, las vibraciones, los roces suaves y la presión. En cuanto a los sensores especiales que llevan al cerebro las señales del interior de nuestro cuerpo -como las producidas por los músculos, los vasos sanguíneos y los distintos órganos-, la mayoría de los científicos asegura que constituyen un sistema sensorial independiente.
-Somos conscientes de todo aquello que percibimos
No. Mucho científicos creen ahora que, junto con la percepción consciente, existe otra inconsciente capaz de influir en nuestros actos y sentimientos. En un estudio realizado en Suecia, varios hombres fueron expuestos a mirar imágenes de mujeres atractivas entre las que los expertos insertaron durante unos milisegundos algunas fotos de arañas y serpientes. Nadie recordó verlas, pero todos calificaron de menos atractivas a aquellas mujeres entre cuyas imágenes aparecieron esos animales, cuya visión, es evidente, influyó negativamente en la valoración de los voluntarios.
-El gusto reside en la boca
Falso. En la boca se hallan diversos sensores que diferencian, por ejemplo, lo salado de lo dulce. Pero muchas veces un sabor es percibido en un 90 por ciento por el olfato. Científicos alemanes y americanos demostraron incluso las diferencias entre las moléculas olorosas que llegan a la cavidad nasal por los orificios de la nariz y las que lo hacen a través de la faringe. Mostraron a su vez la sensación de placer experimentada en el cerebro cuando el aroma asciende desde la cavidad bucal a la nasal. Por eso quizá algunos quesos huelen tan mal pero saben tan bien.
-Vemos el mundo tal y como es
No. Creemos percibirlo de un modo completo y continuo, sin saltos ni interrupciones, pero, en verdad, somos videntes intermitentes. Una cuarta parte del tiempo durante el que creemos ver estamos a ciegas, parpadeando ( lo hacemos cada tres segundos) o moviendo los ojos de un punto a otro. Más aun: durante el tiempo restante sólo registramos una porción mínima del entorno. El cerebro procesa esos fragmentos de información con maestría y los completa gracias a nuestra memoria, de modo tal que nos crea la ilusión de un mundo completo y continuo.
(Artículo de la revista "XL Semanal" Nº1.030)